Las joyas de las que no te separarás (y que te harán el look) son, en realidad, amuletos
Parte de la simbología mexicana y el espíritu de Frida Kahlo han servido a Suarez para crear una de las colecciones de joyería más especiales hasta la fecha
Es imposible imaginar una prenda/accesorio que condense mejor una emoción que una joya. Sencillamente no existe: las joyas estarán toda la vida con nosotros y, de hecho, con toda probabilidad nos sobrevivirán, contándole nuestra historia a quien la herede, que incluso podrá seguir escribiendo. Cambiará la letra e incluso el estilo, pero ahí estarán. Cuando, además, las aventuras propias se construyen sobre vivencias y símbolos que son toda una declaración de intenciones, el resultado no es sino un relato digno de trilogía condensado en un precioso amuleto que actuará como epifanía constante. Y esa hazaña es la que ha conquistado Suarez con la colección Los amuletos de Frida.
Estos son los amuletos (del alma) de Frida
Una concatenación de joyas hermosas más, podría pensarse. Y sería cierto, porque las piezas que ha presentado la icónica casa fundada en 1943 cumplen el requisito, además de la excelencia y las materias primas cuidadosamente seleccionadas (los zafiros, procedentes de Madagascar y de 1 milímetro de diámetro, fueron elegidos directamente por la familia Suárez). Sin embargo, hay otra cualidad intrínseca a estos anillos, pendientes, colgantes y broches; una más intangible que bucea por el plano emocional en el que los flechazos espirituales son posibles y para siempre: el hecho de ser una simbiosis entre elementos de culto utilizados en México y el alma indomable de Frida Kahlo.

¿Qué puede decirse de una mujer que prácticamente ha trascendido lo humano para convertirse en mito? ¿Qué nombrar, que todavía no se sepa, de la pintora que ensalzó el amor hasta las últimas consecuencias? ¿Qué mencionar sobre su look reivindicativo y genuino, ese que entroncaba con sus raíces culturales más profundas? Con las pistas lanzadas en estas preguntas y la imagen perfilada por el imaginario colectivo, la figura de la mexicana estaría bien dibujada. La familia Suárez encontró inspiración en ella, plasmando su pasión por los colores vivos en zafiros multicolor, entre los que destacan los tonos fresas que se han adueñado de los corazones pavé. Pero la iluminación también vino de la cruz, la calavera y el Sagrado corazón, símbolos y cargados de connotaciones positivas en la cultura mexicana. He ahí el hilo conductor: la celebración a la vida que realizaban artista y referentes populares, estos últimos a través del homenaje a los muertos. Una paradoja que, en realidad, habría que tener siempre presente, para recordar lo que los que ya no están hicieron por el presente y el valor único que tiene cada segundo vivido. Una revelación de la que poder ser conscientes simplemente bajando la vista.

Hay otro punto en el que es justo y necesario detenerse para poder comprender la complejidad inherente al proceso creativo de esta colección; uno que vuelve a hacer referencia, como buena historia cohesionada, a Frida y a la celebración del ahora, al tiempo que rompe uno de los grandes prejuicios asociados a las joyas: ¿por qué esperar a que alguien la regale? ¿Acaso las clarividencias no pueden surgir de momentos de introspección y charla con una misma? ¿No tiene (casi) más valor un amuleto elegido por motivos firmemente argumentados que aquellos que nacen de la voluble casualidad?

El desenlace no puede llegar sin cerrar una de las tramas, en concreto la que aludía a la no tan prosaica tarea de crear looks. Las siluetas y colores de Los amuletos de Frida tienen tal carga simbólica y estética que, efectivamente, pueden perder la esencia de complementos y pasar a ser vertebradores de conjuntos, sofisticando piezas y fundiéndose, sin perderse, tanto con vaqueros y camisetas como con vestidos negros; un detalle que lejos de ser baladí, termina de otorgar entidad a los protagonistas de esta historia.
Estos son los amuletos (del alma) de Frida
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